EL COMEGATO

Un viernes por la noche, hace muchos meses atrás, fui a visitar a unos locos que me encargaron un mural. Los locos eran los cocaine dealers (en adelante CD) mas respetados y temidos de aquella población. Querían el retrato de un amigo al cual le habían dejado la wata como colador. Era una noche movía, cualquier picao a choro tranzando en la calle. De pronto, todos se ponen a correr como Usain Bolt por el campeonato, menos yo, que no corro tanto, porque soy watón y lento de mente. Eran los pacos, y no una zapatilla cualquiera o un par de tortugas, era una ¡tremenda MICRO!, repleta de fuerzas especiales. Yo perfilo por la calle más cercana, temiendo por mi trasero indocumentado. De pronto un CD me grita; ¡Tony!, ¡escóndete en mi casa! Entro y veo, entre armas de diverso calibre, lo mas parecido a un drogamarket: cocaína, chicotas y marihuana como para tapar un elefante. Sentado en el living el Ariel, líder de los CD. Atrás, unos 12 soldados no mayores de 20 años, casi todos a wata pelá y con cortes de pelo atemorizantes. Los soldados estaban tremendamente duros, especialmente uno chico, al que le decían Chure. El Ariel los calmaba y les decía que se quedaran piola, que los pacos no podían entrar a la casa. En eso, la luz de un foco policial atraviesa la espesa penumbra de aquel living, apuntando directamente el torso mal tatuado del Chure. ¡Paco y la Conchetumare! dijo el Chure, y apuntó su nueve en dirección de aquella silueta asomada por la reja. Después de eso poco me acuerdo. Me escondí debajo de la mesa de centro junto con el Ariel, y por sobre nosotros, zumbaban balas a discreción. El fuego era mas persistente desde el lado flaite, en tanto los pacos solo tiraban balines de goma (por lo menos eso decía el Ariel, yo no caxo de balística). Entre la mansaca, el Ariel me pasa la foto del Comegato, uno de los chorizos con mas cartel en Puente Alto (claro, antes de que lo matara un familiar cercano por envidia) ---¡Pónele weno watón!, ¡te tiene que quedar de lolo, o sino ya sabís lo que te va a pasar!--- Bajo esa dulce arenga, y con un buen bacallo bajo el brazo, me fui a mi casa, después de 5 minutos de balas, dos talibanes heridos y un par de pacos con los calzones mojados. Volvimos con el Elías a pintar a la semana después. Los cabros chicos nos apolillaban con las latas, hasta que el Ariel nos tuvo que poner un soldado de punto fijo.

Dicen que no hay como la hospitalidad del pobre. Yo digo que no hay como la hospitalidad del traficante. Nos atendieron como reyes; comimos, bebimos, fumamos y esnifamos de lo lindo, y ya a eso de las 7 de la tarde estábamos como piojos. La cara del Comegato quedó del corte y los CD estaban tremendamente agradecidos. ¡Te quedo pulento el Miguelito, ahora quiero que me hagay un colocolo verdeamarilloyrojo! Pesqué la plata, enrolamos el enésimo pito y nos fuimos muy felices pa la casa. Nunca más he vuelto. Y del colocolo ni hablar, prefiero trabajar en un Callcenter.

1 comentario:

  1. ¿Ésta es la misma historia que me contaste hace mucho tiempo atrás? Parece. Sigue siendo de película.

    (Bien bonito el template nuevo, Tony)

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